Tras el éxito de la electrodinámica cuántica, los físicos buscaron
extender la teoría cuántica de campos al resto de las fuerzas fundamentales,
como la fuerza débil, responsable de ciertos decaimientos radiactivos y
procesos subatómicos.
La desintegración
radiactiva.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes del siglo XIX fue la radiactividad.
En 1896, Henri Becquerel, al investigar la fluorescencia del sulfato doble de
uranio y potasio, observó de manera fortuita una emisión espontánea de
radiación que no podía explicarse con la física de la época.
Posteriormente, Pierre y Marie Curie fueron los
primeros en utilizar el término radiactividad para describir la propiedad de ciertos
elementos, como el uranio, de emitir radiación de manera espontánea, sin
excitación externa.
Estos científicos, que compartieron el Premio Nobel
de Física en 1903 (Becquerel recibió la mitad y los Curie la otra mitad),
comprendieron que detrás de esta emisión había un proceso más complejo, denominado
desintegración radiactiva, en el que una partícula se transforma en otra
mientras emite partículas portadoras de energía, lo que explica el riesgo
asociado a la radiactividad.
La fuerza débil.
Para que estas transformaciones tengan lugar, debe existir una fuerza que
medie el proceso. Dado que se manifiesta únicamente a muy corta distancia – del
orden del tamaño del núcleo atómico –, en un principio se la denominó como fuerza nuclear débil. Con el
tiempo se comprobó que también actúa sobre partículas fuera del núcleo, como
los muones, y por ello hoy se prefiere hablar simplemente de fuerza débil, o en la
terminología moderna, interacción
débil.
El ejemplo más conocido de esta fuerza es la desintegración
beta, uno de los tres tipos de decaimiento nuclear (alfa, beta y gamma). En
la desintegración beta menos (β–), que veremos en este
mismo capítulo, un neutrón (n)
se transforma en un protón (p)
y, en el proceso, se emite un electrón (e–),
o partícula beta (término utilizado por Ernest Rutherford y
sus colegas a principios del siglo XX para referirse al electrón, y
posteriormente también para el positrón). Para asegurar la conservación de la
energía, el momento y el espín, Wolfgang Pauli postuló en 1930 la existencia de
una partícula neutra, muy ligera y de interacción extremadamente débil con la
materia.
En 1933–1934, Enrico Fermi publicó la primera teoría
de la interacción débil, conocida como la teoría de Fermi de la
desintegración beta, en la que introdujo la constante de Fermi (GF) como
parámetro fundamental, cuantificando la intensidad de la interacción débil a
bajas energías. En esta teoría incorporó la partícula postulada por Pauli, a la
que denominó neutrino
(diminutivo italiano de neutrone,
“neutrón pequeño”). Fermi propuso que los neutrinos, al igual que los
electrones, se crean en el proceso de desintegración beta y no están
contenidos en el núcleo. Además, formuló la interacción como un acoplamiento
directo entre los cuatro fermiones implicados (neutrón, protón, electrón y
neutrino), lo que equivale a describir una fuerza de alcance nulo.
La teoría de Fermi no solo explicó la desintegración
beta, sino también otros procesos débiles, como el decaimiento del muón,
descubierto en los rayos cósmicos en 1936. En este proceso, un muón se
transforma en un electrón acompañado por dos neutrinos, en un mecanismo análogo
al de la desintegración beta. Estos resultados mostraron que la interacción
débil tenía un carácter universal, actuando también sobre partículas
elementales fuera del núcleo.
Aunque tuvo un gran éxito inicial, la teoría de
Fermi presentaba limitaciones: al ser una interacción puntual, su
extrapolación a energías altas predecía probabilidades infinitas, lo que
indicaba que era válida únicamente a bajas energías. Además, no podía explicar
ciertos procesos de partículas observados a energías mayores. Estas
limitaciones condujeron al desarrollo de una formulación más general, que
culminaría en la teoría electrodébil con bosones mediadores W y Z.
La violación de la
simetría de paridad.
La simetría de paridad, o simetría P, establece que las
leyes de la física deberían permanecer inalteradas bajo inversiones
especulares, como si el universo se comportara igual que su imagen en un
espejo. Como metáfora, podemos imaginar que nuestros cuerpos son
aproximadamente simétricos; al mirarnos en un espejo, la imagen se ve igual.
Hasta 1956 se pensaba que todas las fuerzas fundamentales respetaban esta
simetría. Por ejemplo, la fuerza electromagnética y la gravedad sí lo hacen;
incluso los movimientos de los planetas en el sistema solar serían iguales si
se reflejasen en un espejo.
Chen-Ning Yang y Tsung-Dao Lee propusieron que la fuerza
débil podría violar la simetría de paridad, es decir, que no se comporta
igual bajo reflexión especular. Sugirieron un experimento para comprobarlo, y
ese mismo año 1956 la física experimental Chien-Shiung Wu lo realizó. Sus
resultados confirmaron la predicción de Yang y Lee: la interacción débil no
conserva la paridad.
El experimento de Wu.
Este experimento consistió en observar la desintegración de átomos de
cobalto-60 enfriados a temperaturas cercanas al cero absoluto y alineados en un
campo magnético uniforme. El cobalto-60 se transforma en níquel-60 mediante desintegración
beta, emitiendo electrones.
El resultado fue sorprendente: los electrones no se
emitían de manera simétrica, sino preferentemente en una dirección respecto al
espín de los núcleos alineados. Dicho de forma intuitiva, el proceso distinguía
entre “mano derecha” y “mano izquierda”, revelando la existencia de una
dirección privilegiada en la naturaleza.
La responsable de esta asimetría es la interacción
débil, que viola la simetría de paridad. En particular, se observó
que los neutrinos emitidos en estos procesos poseen una quiralidad
definida: solo existen neutrinos levógiros (con helicidad negativa)
y antineutrinos dextrógiros. Este hallazgo constituyó la primera
demostración experimental de que las leyes de la física no son invariantes bajo
reflexión especular.
El modelo de Schwinger.
Tras el descubrimiento de la violación de la paridad, quedó claro que la
interacción débil requería una descripción más completa, similar a la del
electromagnetismo. La idea de fondo era reemplazar la descripción puntual de
Fermi por una teoría basada en el intercambio de partículas mediadoras, tal
como el fotón lo hace en la interacción electromagnética.
En 1957, Julian Schwinger dio un paso decisivo al
proponer que la interacción débil podría explicarse mediante el intercambio de
una partícula vectorial cargada y con masa, análoga al fotón pero
distinta de él. Su propuesta introducía una visión más dinámica: las partículas
no interactúan directamente, sino que intercambian un bosón mediador
responsable de la interacción.
No obstante, Schwinger no formuló aún una teoría
gauge completa, ni introdujo los nombres de los bosones W y Z. Su
propuesta fue esencialmente conceptual, pero abrió el camino hacia un modelo más
unificado en el que las fuerzas pudieran entenderse como resultado de simetrías
fundamentales.
La simetría gauge.
Como hemos visto en el capítulo Las simetrías en la física, las
simetrías se asocian con invariancias: las leyes de la naturaleza no cambian
aunque variemos la forma de describir ciertos aspectos del sistema. También
vimos que una simetría gauge es un tipo particular de simetría que se
aplica a los campos que transmiten las fuerzas.
Intuitivamente, significa que podemos “redefinir”
localmente cómo describimos las partículas cargadas y sus interacciones, sin
que las leyes físicas cambien. Esta exigencia de invariancia no es solo un
refinamiento matemático: al imponerla, la teoría predice necesariamente la
existencia de partículas mediadoras – los llamados bosones de gauge –
que actúan como portadores de las fuerzas.
El electromagnetismo es el ejemplo más claro:
su simetría gauge U(1) implica la existencia del fotón como su
partícula mediadora. Este principio sirvió de inspiración para extender la idea
de simetría gauge a otras interacciones fundamentales, como la fuerza
débil.
El modelo de Glashow:
La fuerza electrodébil.
Inspirado por estas ideas, en 1961 Sheldon Glashow propuso aplicar una simetría
gauge más amplia, denominada SU(2) × U(1). De esta estructura
surgían de manera natural cuatro campos gauge fundamentales. En los primeros instantes del Big Bang, antes de la ruptura
espontánea de la simetría, estos campos eran sin masa.
En el capítulo Las simetrías en la física
vimos que el mecanismo de Higgs ejemplifica la ruptura espontánea de
la simetría gauge. De acuerdo con este mecanismo, cuando ocurre la ruptura
espontánea, dos campos se combinan para formar los bosones cargados W–,
W+, ambos asociados al grupo SU(2). Los otros dos campos
se mezclan “matemáticamente” para dar lugar a:
Una combinación con masa, el bosón Z0 (grupo SU(2))
Y otra combinación sin masa, el fotón (grupo U(1))
Así, además de predecir los bosones W–,
W+ y Z0, junto al fotón, Glashow sugirió que Z0
podía considerarse un “hermano” del fotón, ambos provenientes de una mezcla de
dos de los cuatro campos gauge originales. En este marco, el
electromagnetismo y la interacción débil no son fuerzas distintas, sino dos
manifestaciones de una misma interacción más fundamental: la fuerza
electrodébil.
De acuerdo con el modelo de Glashow, los dos
tipos de desintegración beta conocidos, beta menos (β–)
y beta más (β+), se entienden como procesos mediados
respectivamente por los bosones W– y W+. En
ambos casos se conservan las cargas y los números leptónicos:
Desintegración beta
menos (β–): un neutrón (n) se convierte en un protón (p), emitiendo un electrón (e–) y un antineutrino
electrónico (‾𝒗𝒆). Este proceso ocurre espontáneamente en neutrones libres y puede
representarse con el siguiente diagrama de Feynman:
Desintegración beta más (β+), también conocida como emisión de positrones,
ocurre cuando un protón (p) se
transforma en un neutrón (n),
emitiendo un positrón (e+)
y un neutrino electrónico(𝒗𝒆). Este proceso no ocurre en protones libres. Su diagrama sería el
siguiente:
En cuanto
al decaimiento del muón, donde un
muón (µ–) se desintegra
en un electrón (e–), un neutrino muónico (𝒗𝝁) y
un antineutrino electrónico (‾𝒗𝒆),
su diagrama sería el siguiente:
En cuanto al bosón Z0, el modelo
de Glashow hacía una predicción concreta y verificable: debía existir una interacción
débil neutra, es decir, procesos en los que los neutrinos pudieran
interactuar con otras partículas mediante el intercambio de un bosón Z0, sin transferencia carga eléctrica. Esta predicción
se confirmó en 1973 en el CERN, gracias a la cámara de burbujas Gargamelle, donde se observaron por
primera vez las llamadas corrientes neutras donde, por ejemplo, un
neutrino (𝒗𝒆) puede
chocar con un electrón (e–) y ambos permanecen
del mismo tipo después de la interacción; solo intercambian el bosón Z0. Su diagrama sería el siguiente:
La corriente neutra es el principal
proceso conocido a bajas energías en el que media al bosón Z0,
que no cambia la identidad de las partículas; solo transmite la fuerza débil de manera neutral.
En
resumen: W– y W+ median corrientes cargadas, como la desintegración beta, donde sí se
intercambia carga; y Z0 media corrientes neutras, que no cambia la identidad de las
partículas, solo transmite la fuerza
débil de manera neutral sin intercambio de carga.
Una
década más tarde, en 1983,
también en el CERN (experimentos UA1
y UA2 del Super Proton Synchrotron, SPS), se
detectaron directamente los bosones
W y Z0,
confirmando la teoría electrodébil.
La masa de los bosones W y Z⁰.
Glashow había propuesto
una unificación teórica elegante de dos fuerzas fundamentales – la fuerza electromagnética y la fuerza débil – lo que constituye uno de
los mayores logros de la historia de la física. Sin embargo, su teoría era incompleta: faltaba el mecanismo que
explicara cómo las partículas mediadoras adquirían las masas observadas. En
particular, no podía justificar por qué los bosones W y Z0 tienen masa, mientras que el fotón no.
Se sabía
que la fuerza débil es de muy corto
alcance y que existe una relación directa entre el alcance de una interacción y
la masa de su partícula mediadora: a mayor masa, menor alcance. Dado que el
fotón carece de masa, la fuerza
electromagnética tiene alcance infinito; en cambio, las partículas
mediadoras de la fuerza débil – los bosones W y Z0 –
debían ser muy masivas. No obstante, en el modelo
de Glashow estos bosones resultaban sin masa, evidenciando la necesidad de
introducir un mecanismo físico capaz de generar masa por interacción.
En
1967–1968, Steven Weinberg y, de
forma independiente, Abdus Salam,
completaron la propuesta de Glashow incorporando el mecanismo de Higgs,
propuesto pocos años antes por Peter
Higgs, François Englert y Robert Brout, que
explica cómo los bosones W y Z0 adquieren masa sin romper la
coherencia de la teoría. Este mecanismo será tratado con más detalle en el
capítulo El mecanismo de Higgs.
Gracias a
esta incorporación, la teoría
electrodébil se volvió consistente
y predictiva. En reconocimiento a este logro, el Premio Nobel de Física de 1979 fue otorgado a Glashow, Weinberg y Salam “por sus
contribuciones a la teoría unificada de la interacción débil y la
electromagnética”.





No hay comentarios:
Publicar un comentario