Teoría cuántica. Problemas precursores. Límites de la física clásica para resolverlos. Fenómenos que corroboran la teoría cuántica.
En este tema veremos
los problemas que quedaban por resolver en la física del siglo XIX y cuya
solución dio comienzo a una de las teorías más revolucionarias que se han
visto: la mecánica cuántica.
Para
ello, primero repasaremos el estado de las teorías en tal momento y,
posteriormente, las soluciones aportadas y los físicos que las desarrollaron.
Problemas precursores y
limitaciones de la física clásica.
A finales del siglo XIX los físicos creían que la física estaba
completada,
y que el trabajo de generaciones venideras «se hallaba en la sexta cifra
decimal», en el sentido de que quedaba era mejorar la precisión.
Tal
creencia se derivaba de que la física se había construido sobre lo que parecían
tres pilares sólidos: la mecánica, el electromagnetismo y la termodinámica.
Incluso la termodinámica parecía poder derivarse aplicando las leyes de la
mecánica a los sistemas supuesta su composición de corpúsculos (teoría
cinética).
Aun así
los físicos sabían que no todo estaba resuelto. Como atestiguan las palabras de
Lord Kelvin, quedaban «dos nubes sobre el horizonte» por despejar: determinar
las propiedades del éter (supuesto medio material necesario como soporte para
las ondas electromagnéticas) y entender cómo aplicar la teoría cinética para
obtener los calores específicos de gases y sólidos, pues hasta entonces
fallaba.
La
solución al primer problema vino en forma de la teoría de la relatividad
especial, que encontraba que la velocidad de la luz era la misma para todos
los observadores inerciales, algo que ya cumplían las leyes del
electromagnetismo, por lo que hubo que reformular la mecánica. Y la solución al
segundo problema dio lugar a la teoría cuántica, que podemos
resumir en que en ciertos sistemas los intercambios energéticos están
cuantizados.
De hecho,
el segundo problema afloraba de otras maneras.
Problema de la
radiación del cuerpo negro.
Un cuerpo negro es un
objeto que idealmente absorbe toda la energía radiante que incide sobre él. Tal
nombre fue acuñado por Gustav Kirchhoff, cuya propia ley establece que si un
cuerpo es un buen absorbente de energía también es un buen emisor y viceversa.
Es decir, un cuerpo negro no solo es un absorbente perfecto sino también un
emisor ideal.
Una
manera práctica de obtenerlo es realizar un orificio en una cavidad cuyas paredes
estén recubiertas de espejos perfectamente reflectantes. La radiación queda
recluida en el interior (ya que si el orificio es pequeño es difícil que la luz
vuelva a escapar). De hecho, este es el motivo por el que desde la calle vemos
las ventanas de los edificios oscuras, pese a ser transparentes.
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